Una correcta nutrición puede definir si el cultivo tiene calidad cervecera o debe ser vendido como forrajera. Se necesitan granos de calidad, de buen calibre y tenor proteico. Qué alternativas hay para evitar una caída de ingresos que pueden acercarse a US$ 200 por hectárea.
La coyuntura para todos los cultivos es muy complicada, y la cebada cervecera no es la excepción. Además de la baja de precios general, el contexto para este cereal tiene sus particularidades, por los problemas de calidad que pueden llegarse a presentarse teniendo en cuenta las actuales condiciones de desarrollo de los lotes y que, si los hubiera, esos granos pueden ser castigados duro por las malterías.
Así se lo explicó a Clarín Rural el productor Fidel Cortese, quien siembra en varias zonas del sur bonaerense (Coronel Dorrego, San Cayetano, Adolfo González Chávez y Tres Arroyos), además de ser asesor técnico en la zona cebadera que va desde el centro de Santa Fe hasta el sur de Buenos Aires.
Para Cortese, lograr la calidad necesaria para el malteo (calibre y contenido de proteína en grano) o para la exportación, “hoy te mantiene en el negocio o te deja en una situación de quebranto”. Así las cosas, habla clarito de márgenes. “Con los precios actuales, que una cebada sembrada como cervecera quede calificada como forrajera, por problemas de calidad, representa que te paguen entre 50 a 60 dólares menos por tonelada”, asegura.
De este modo, con un rendimiento medio de 33 quintales por hectáreas (fue la productividad a nivel nacional de la campaña pasada, según la Bolsa de Cereales porteña) significa no percibir un ingreso bruto por hectárea que oscilaría entre 150 y 180 dólares.
Por supuesto que esta diferencia es central y es injustificable que se pierda por no hacer un manejo correcto que incluya el monitoreo y la fertilización estratégica.
“Hay que producir cebada de calidad, sí o sí”, afirma Cortese, quien fue gerente comercial de Maltería Pampa. Esto implica un grano de buen calibre (más de los 80% de los granos deben atravesar una zaranda de 2,5 milímetros de diámetros) y un tenor proteico de entre 9,5% y 10%, según el destino de la producción.
Sobre la fertilización y su impacto, Guillermo Pugliese, técnico de Bunge en el sudeste de Buenos Aires, ratifica que “no tiene sentido que, por no invertir 40 dólares en fertilización nitrogenada, el castigo sea perder entre 50 y 60 dólares por tonelada”.
Pugliese explica que “por estos días los cultivos más adelantados están espigando y las más atrasados están en macollaje. En la mayoría de los casos se ve presión de manchas foliares (mancha en red y mancha borrosa), además de casos aislados de ramularia -por el momento en el sudeste bonaerense- y lavado de nitrógeno por las abundantes precipitaciones de agosto”.
El productor Cortese cree que el lavado de nitrógeno puede continuar, porque se espera una primavera de abundantes lluvias.
Teniendo en cuenta todos estos factores, coincide con el técnico Pugliese en que la fertilización nitrogenada es una herramienta estratégica para elevar los contenidos proteicos del grano y mejorar su calidad.
Por eso, cuenta su experiencia de la última campaña. “El año pasado, que también fue un año Niño, elevamos el rendimiento proteico de la cebada un 0,8% en lotes que tenían un contenido de proteína del 9%. Es decir, transformamos cebadas forrajeras en cerverceras luego de aplicaciones de nitrógeno foliares”, dice, al recordar el manejo correctivo que aplicaron.
En este tipo de prácticas deberían estar pensando los productores con las cebadas más adelantadas de la zona central del país. En cambio, en las regiones donde el cereal está más atrasado, las correcciones de nitrógeno aun se pueden hacer con las refertilizaciones del macollaje.
Para el técnico de Bunge, la fertilización nitrogenada se está realizando a dosis menores que otros años. “En el sudeste bonaerense aún se pueden generar cambios aplicando fertilizantes al suelo. Estamos recomendando aplicar una fuente de nitrógeno inmediatamente disponible (nitratos), ya que de esta forma se puede corregir la situación más rápidamente”, dice.
Para aquellos casos en los que los productores ya pasaron el momento óptimo de aplicar fertilizantes al suelo, el técnico sugiere optar por aplicaciones en hoja bandera, como las que les dieron resultado en la última campaña.
“Estos fertilizantes foliares, de mayor pureza, son algo más caros y están restringidos en su dosis hasta 30 kg/ha de nitrógeno. Pero su absorción es muy veloz: en menos de 48 horas más del 90% del nitrógeno aplicado puede ser absorbido”, concluye Pugliese.
Este año, además, hay casos especiales para estar atentos, como el de la proteína en trigo: generar una calidad panadera y guardarla puede ser un buen negocio en 2016.
Está claro: a no dejarse estar con los ajustes nutricionales, poque la calidad no espera.