El Congreso de AAPRESID fue el escenario para debatir acerca de la situación coyuntural derivada del conflicto entre Rusia y Ucrania – países proveedores de fertilizantes y granos a todo el mundo- y su repercusión en las estrategias de nutrición de cultivos. En el caso de Argentina, la cuestión pasa también por la necesidad de mejorar los suelos con deficiencia de los principales nutrientes y así captar el beneficio productivo y económico.

El tema fue abordado en la charla “Nutrición de cultivos basada en evidencia en un escenario desafiante”, en la que disertaron María Fernanda González Sanjuan, gerente ejecutiva de Fertilizar AC; Juan Orcellet (INTA); y Gabriel Espósito (UNRC), que fue moderada por Fernando García, consultor y miembro de la FCA (UNMdP).

En la presentación, Fernanda González Sanjuan remarcó la baja utilización del análisis de suelo, como herramienta de diagnóstico en la toma de decisiones: se estima que solamente 30% de los productores lo hacen antes de definir su estrategia de nutrición. González Sanjuan tomó la palabra para adelantar que para este ciclo agrícola 2022-23 desde Fertilizar Asociación Civil proyectan un mercado de 5,22 millones de toneladas, lo que representa una caída estimada del 8% en el consumo de fertilizantes. La principal razón de esta reducción está representada por la falta de humedad en algunas zonas relevantes y el cambio en las rotaciones de cultivos que buscan también sortear esta limitante hídrica. Producto de la guerra, la suba de los valores de los granos, equipararon e incluso mejoraron la relación de precios que tenían con los fertilizantes en los meses previos al conflicto.

“Hoy la fertilización, más que un problema, es la herramienta que nos permite controlar el riesgo”. La ingeniera agrónoma informó que, como resultado de la Declaración de la Brecha de Nutrientes en Argentina –trabajo presentado en abril de este año por un fundamental grupo de académicos- la diferencia entre el rinde promedio nacional y el rendimiento “alcanzable” en maíz es de 7,8 t/ha a 10,1 t/ha respectivamente. Mientras que para soja la diferencia es de 3 t/ha a 3,5 tn/ha. “Cerrar esa brecha de rendimientos sin comprometer la calidad del suelo, va a requerir de un aumento en el uso del fertilizante”, advirtió.

Fertilizar AC trabaja desde hace 6 años en una Red de Estrategias de Nutrición con ensayos a campo en diferentes zonas del país en donde se comparan los rendimientos a cosecha entre lo que habitualmente hace el productor, versus un tratamiento mejorado con fertilización balanceada, basada en análisis de suelo. Además, se presenta un tratamiento de alto rendimiento con reposición de macro y micronutrientes. Los resultados de los trabajos le permiten afirmar que “en este contexto de tanta incertidumbre, son las tecnologías las que nos acercan a las certezas”. Puso el ejemplo en 17 ensayos de maíz entre 2016 y 2021, donde se obtuvo un resultado promedio de 8,8 tn/ha que treparon a 9.4 tn/ha en los lotes con un manejo ‘mejorado’. En ese período, el margen bruto (precios del grano versus costo del fertilizante) fue de 34 U$/ha en el manejo habitual del productor, vs 72 U$/ha en el manejo mejorado. Esto representó un ingreso adicional de 38 U$/ha a favor de la incorporación de tecnología.

Con precios de la campaña 2022 -en el mismo maíz comparado entre planteos- este ingreso adicional es de 63 U$/ha a favor del planteo mejorado, es decir, un 65% más que la rentabilidad histórica. Esta mejora que se registra a nivel de lote, representa U$500 millones cuando lo proyectamos a nivel país. En el caso de la soja (20 ensayos en 6 años), el manejo frecuente del productor con fertilización promedio logró 3.9tn/ha, con un margen bruto de U$ 21/ha, mientras que con el tratamiento mejorado alcanzó a 4.Tn/ha. Generando un margen de 63 U$/ha para el planteo mejorado, es decir, 45 U$/ha a favor de un buen diagnóstico y la fertilización balanceada. “Para valores de 2022, esta ecuación mejora más aún, representando 19 U$/ha para el manejo del productor vs 81 U$/ha para el mejorado. Esto significa que en 2022 el mejor uso de la tecnología de fertilización generó un 46% de mejora sobre la rentabilidad histórica de cada hectárea de soja en promedio. Proyectado a nivel país, esta mejora representa U$1.200 millones”. González Sanjuan apuntó que una aplicación balanceada de nutrientes “si bien no resuelve la histórica problemática, tiene el bonus track de mejorar el balance de nutrientes del suelo”.

Luego presentó Juan Orcellet, de INTA Concepción del Uruguay, quien describió la situación de los suelos de la provincia de Entre Ríos, “con deficiencias en los principales nutrientes”, entre los que destacó principalmente los niveles “muy bajos” de fósforo (P), con un promedio de 7 partes por millón -y algunas zonas en menos de 6 ppm-. “Hay parcelas de trigo sin P”, en las cuales “la fertilización nunca alcanza a cubrir el requerimiento del cultivo”. Orcellet alertó también que en el centro-oeste de Entre Ríos “empezaron los problemas” por la falta de potasio. “El nivel crítico del potasio está en el rango 160 a 200 ppm y encontramos que 30% de los lotes que relevamos están por debajo”. Esto se traduce en “una menor competitividad de los productores entrerrianos, que tienen un costo de 100 dólares por encima de los de otras provincias”. Además, dijo que más del 90% de los lotes entrerrianos están deficientes de zinc, que debería incorporarse una vez cubiertas las necesidades de nitrógeno y fósforo. Sobre la importancia de incorporar el zinc, se explayó Gabriel Espósito, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, quien subrayó que la campaña 2022-23 muestra “un escenario de deficiencia hídrica” que va a reforzar la importancia del micronutriente. “El zinc tiene un rol fundamental porque estimula el crecimiento y ayuda a mitigar el estrés. Puede ser la principal defensa en condiciones de sequía porque ayuda a construir la raíz de la planta”.

Espósito aseguró que el zinc “es un nutriente que rompe con el paradigma de ‘para qué fertilizar si voy a cosechar poco’. Independientemente de lo que vaya a cosechar” – advirtió-, si al suelo le falta zinc hay que aplicar. El docente de la Universidad de Río Cuarto expuso argumentos económicos para la aplicación de zinc, comparando una inversión para aplicar solamente fosfato diamónico versus la aplicación de un fertilizante “completo” que incluya zinc: “va a tener a cosecha una ganancia extra de U$98 contra U$76, un 29% más”. Concluyó que “la discusión no pasa por usar el fertilizante más barato, sino por aplicar el que se necesita”.