Artículo publicado en la Revista Fertilizar N°17 año 2010

Autor: Lic. Ma. del Pilar Muschietti Piana Facultad de Agronomía – UBA muschiet@agro.uba.ar

Introducción: El área a sembrar de cultivos forrajeros de verano viene creciendo anualmente. Este fenómeno se explica fundamentalmente por la necesidad de los productores de estabilizar la producción de forraje todo el año, y en menor medida, por el fortalecimiento del concepto de las rotaciones impulsado por la tecnología de siembra directa. En nuestro país, la superficie implantada por las principales especies forrajeras de verano la encabeza el maíz con 827 mil hectáreas, y representa el 13 % del total; el sorgo forrajero ocupa 523 mil hectá- reas, contribuyendo con el 4 % de la superficie total. La producción del cultivo de sorgo a nivel mundial ocupa el quinto lugar entre los cereales (luego del arroz, el maíz, el trigo y la cebada), con una producción de 60 millones de toneladas. En Argentina, la producción de sorgo puede resultar ventajosa, siendo que el cultivo ha mostrado una gran adaptación a sus diferentes áreas productivas. Debido al gran aporte de residuos de cosecha, incluir sorgo granífero en las rotaciones agrí- colas puede mejorar las propiedades físicas, quí- micas y biológicas del suelo. Además, puede contribuir a controlar la erosión hídrica y a la fijación de carbono. El sorgo granífero compite en la rotación con otros cultivos estivales y puede ser implantado en zonas donde el maíz no es rentable al coincidir las condiciones de sequía con el período crítico del cultivo, como ocurre con frecuencia en el Norte de la Región Pampeana. Así, el grano de sorgo con fines de alimentación animal puede complementar o desplazar al grano de maíz. Por otro lado, la rentabilidad del sorgo en rotación se ve limitada por la baja producción obtenida debido a ciertas limitaciones de índole nutricional.

 

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