Por: Hernán García KairuzEl autor es colaborador de Fertilizar AC

Los casos de técnicos y productores que apuntan a la mejora continua se multiplican en nuestras pampas y, más allá del tamaño de sus producciones, todos comparten un punto de partida, un momento donde se decidió cambiar, sumar tecnología, mejorar la producción y apostar a la agronomía.

El caso de Alejandro Olave y Matías Calvo es uno de los que se destaca en la zona del noreste pampeano. Los ingenieros agrónomos asesoran varias empresas del CREA Oeste.

Olave cuenta que el gran cambio de la manera de producir se generó en la campaña 2013/14 donde decidieron ambientar los campos levantando alambrados que delimitaban los viejos lotes para pasar a nuevas unidades de manejo mediante el uso de imágenes satelitales, topográficas y curvas de nivel.

La clave fue desarrollar y ajustar los ambientes campaña tras campaña hasta lograr polígonos operativamente viables con la maquinaria disponible y así poder trabajar los ambientes de una manera más eficiente, optimizando los recursos.

«Se intensificó la producción en cada ambiente con nuevos sistemas de manejo, con rotaciones, fechas y densidad de siembra, diseñando un plan nutricional diferenciado, buscando la sustentabilidad con mayor productividad», destaca Olave. Así es que se incrementó el porcentaje de gramíneas de invierno y cultivos de servicio y el nivel de aplicación de fertilizantes como DAP, MAP, urea y urea azufrada, pensando en mayores expectativas de rendimiento potencial.

El resultado más importante fue la mejora sustancial en el piso de rendimientos, así como también una mayor estabilidad del sistema y una disminución de la brecha de rinde entre años buenos y malos.

Un punto que destaca Olave es la mejora en la rentabilidad de todo el sistema, que, si bien es afectada por innumerables factores, «una vez estabilizado el sistema, desarrollar un buen plan nutricional nos permitió sostener la rentabilidad a mediano y largo plazo», expresa el asesor. Hoy el costo de la aplicación de nutrientes es de aproximadamente 650 kg de trigo mientras que la respuesta alcanza 1.500 kg trigo por ha «más que duplica la inversión», se entusiasma Olave.

Asimismo, destaca que esta campaña es una excelente oportunidad para enriquecer lotes con nutrientes como el fósforo, sumar micronutrientes para evaluar la respuesta y continuar con la mejora de los suelos mediante cultivos de servicio. Estos, sumados a los mejores rindes, también son un gran aporte al manejo de malezas en una región donde el agua no suele sobrar.

«Hacer números es lo que te lleva a sumar tecnología», dice Guillermo Gadea

En tanto, Guillermo Gadea es asesor y contratista en Córdoba y esto le permite ver el negocio completo desde el punto de vista técnico y económico.

La clave es salir de lo urgente para poder planificar, tomar datos, medir y a partir de allí tomar decisiones, cuando se ve que la ambientación de los campos es algo imprescindible en estos días.

Hoy, cada tecnología suma un porcentaje al rinde final y está ahí la diferencia con la agricultura convencional o tradicional. «Parece algo obvio, pero hacer números es lo que te lleva a sumar tecnología. Hoy en Córdoba tenés que ir a siembra y dosis variable», detalla. La dosis variable en fósforo está dando entre 60 a 120US$ extra, el nitrógeno suma mínimo 13 qq/ha en dosis fija y en variable 3% más. Adicionalmente esto hace que la brecha de rendimientos baje, los pisos de rendimiento suban y se estabilicen, en resumen, el riesgo es menor.

En general en los últimos años se aumentó las dosis por los mejores márgenes de los diversos cultivos y porque con cada campaña se observaron respuestas cada vez más convincentes a la aplicación de fertilizantes. En general la nutrición apunta a maíz y trigo con aplicaciones de nitrógeno y fósforo y ajustes con otros nutrientes en casos particulares, en general las fuentes son sólidas y se le está prestando cada vez más atención a la calidad de aplicación, algo que hasta hace poco no se lo miraba, donde registran diferencias de hasta 10 qq/ha en maíz únicamente por mejorar calidad de aplicación.

«Encontrarse» con la rentabilidad

El caso de Gabriel Macías, ingeniero agrónomo que produce en campo propio a la vez que es asesor en la zona de Bragado, provincia de Buenos Aires, muestra otro ángulo. La mejora de procesos y de manejo fue movilizada por el cuidado del recurso. Comenzó a dividir el campo por ambientes y luego continuó incorporando tecnología campaña tras campaña debido a que los resultados fueron contundentes en lo agronómicos y en lo económico. «Cuando arranqué el fertilizante lo veía como un commoditie. Luego comencé a probar con las mezclas que me llevaron a fertilizar como yo quiero. Así es que dije voy a crecer como me parece a mí y no con una receta», comenta Macías.

Entre las tecnologías que fue sumando se destaca que hace ya siete años que trabaja con datos de índice verde complementando los análisis de suelo. De esta manera incorporó la fertilización variable como práctica hace tres años y al azufre y zinc como nutrientes frecuentes. En el caso de zinc destaca que «en trigo la respuesta es permanente». Otra de las prácticas que sumó hace cuatro campañas fue la de fertilizar la soja de segunda, algo que subestimó hasta que comenzó a ver las respuestas.

Como última tecnología adoptada Macías explica que sumó la fertilización con boro en soja y aunque no tiene aún los resultados, tiene mucha expectativa. Entre los grandes beneficios del planteo productivo, detalla que sus rendimientos son muchísimo más estables, la brecha entre los años buenos y malos es mucho menor, «si antes en año bueno el maíz me daba 120 qq y en el malo 60 hoy esa diferencia se achicó a 90 el año malo y 120 el bueno, se redujo un 50% aproximadamente».

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