“Nutrición integral del cultivo de maíz” se denominó el panel coordinado por Fertilizar AC, en el marco del Congreso Internacional de Maíz, que se llevó a cabo los 19 y 20 de octubre pasados en el Centro de Convenciones de la ciudad de Córdoba.
Buenos Aires, octubre de 2022. Con la moderación de Ma. Fernanda González Sanjuan, gerenta ejecutiva de Fertilizar Asociación Civil, entidad cuyo objetivo es promover el uso responsable de la fertilización de cultivos, en el Congreso Internacional de Maíz expusieron Nicolás Rouillet, coordinador técnico de entidad, sobre “Cómo estamos hoy y cuál es la oportunidad de mejora respecto de la nutrición de maíz” y Cristian Álvarez, del INTA General Pico, acerca de “Maíz, cultivo antecesor como determinante de la fertilidad física y química”. Finalmente, disertaron Gabriel Espósito, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, acerca de “Manejo de la nutrición mineral balanceada en maíz” y Fabricio Cassán, también de la UNRC, sobre “Nuevas tecnologías disponibles para manejar el estrés del cultivo”.
“Actualmente, en la Argentina tenemos una diferencia entre lo que estamos logrando y podemos lograr en cuanto a producción de maíz. Y eso es atribuible a los nutrientes”, comentó Nicolás Rouillet, coordinador técnico de Fertilizar Asociación Civil, quien se refirió a las brechas de rendimiento, entre potenciales y alcanzables. “Es el planteo que siempre surge a partir de esta pregunta: ¿Cómo podemos abastecer la demanda intensificando la producción?”, sostuvo.
“La brecha potencial es determinada por radiación, la temperatura, algo que podemos parcialmente controlar con la fecha de siembra, o elección de híbridos. El potencial limitado por agua se puede mitigar con riego y la de producción está directamente relacionada con las enfermedades y con los nutrientes”, añadió.
Rouillet recordó que, en 2015, se presentó un trabajo sobre brechas de rendimiento abalado por los investigadores y referentes más destacados de nuestro país. “El objetivo era desagregar los efectos en nutrientes, sanidad y manejo y, a través de esos modelos, se estableció, en 2022, un consenso para determinar las brechas de nutrientes en la Argentina”, señaló.
“Se precisó que el rendimiento alcanzable promedio para el maíz en la Argentina es de 10.000 kilos por hectárea, cuando hoy estamos en los 7.800 Kg/ha. Esta brecha de 2.200 kilos es atribuible a la nutrición”, afirmó. En cuanto a las dosis ausentes, dijo que un 105 % corresponde a nitrógeno; un 133 % de fósforo y un 600 % en azufre. “Esto ha provocado la degradación de los ambientes productivos, según se aprecia en los mapas de disponibilidad de nutrientes elaborado por INTA y Fertilizar AC”, aseguró Rouillet.
“Para aportar datos a los productores, la entidad posee desde 2016 una red de 10 ensayos a lo largo de la región pampeana. En cada sitio se tomaron datos de los tratamientos de manejo de la nutrición de los cultivos, sin fertilización, fertilización promedio aplicada en la región – a partir de la información de encuestas a 1200 productores y técnicos en la región pampeana coordinada por Fertilizar AC durante la campaña 2015/2016-, fertilización promedio recomendada y fertilización balanceada para altos rendimientos”.
De acuerdo con los ensayos, en nuestro país las soluciones y estrategias nutricionales mejoran un 20 % la producción respecto de las condiciones actuales, independientemente del ambiente productivo”, comentó Rouillet.
“Considerando ajustes con NPS y micronutrientes según diagnósticos por análisis de suelos y expectativas de rendimientos, se generan brechas de rendimientos entre los diferentes planteos con promedios de hasta 1400 kilos de maíz/ha. Y esta brecha se acentúa cuando el uso de la tecnología de la fertilización se sostiene en el tiempo”, sostuvo.
Cristian Álvarez, del INTA General Pico, aludió a la fragilidad física de los suelos, ligada íntimamente a una variable que condiciona los cultivos: el agua. “Nosotros relacionamos el agua a la siembra con los rendimientos. Si lo analizamos tanto en maíces tempranos como tardíos, estamos hablando de entre el 70 y el 80 % de la variabilidad de la producción”, comentó.
“¿Por qué semejante atención al agua, cuando se trata de un nutriente gratuito? Porque el tema de la captación está generando una importante distorsión. Nuestros suelos están disminuyendo esta capacidad a cerca del 60 % de su capacidad”, aseguró.
“Al agua le cuesta ingresar (a los perfiles) y, por eso, la infiltración es una de los indicadores de gestión a tener en cuenta. También está el tema de los almacenajes, ya que no todos tienen la apacidad de administrarlos por espesor/contenido de arenas/sales”, comentó.
Álvarez también dijo que uno de los formatos de captación de agua es trabajar respecto de los antecesores, ya que hay cultivos que mejoran la productividad del resto. “Las raíces mejoran con la nutrición y, luego, favorecen la infiltración del agua. Son una mecha que destapan el radiador “tapado” que administra agua y, más tarde, la cede”, ejemplificó. “¿Cuántos kilos por hectárea por milímetro estamos generando en cada una de las unidades de producción?. Hoy podemos decir que son alrededor de 20 Kg/ha/mm en maíz”.
“No sé si esto sucede por razones físicas, químicas, energéticas o de manejo. Por eso es importante, cuando se habla tanto de agricultura de precisión, analizar variables reguladoras de los diferentes sitios de producción (ej. Profundidad de suelos, físicas, químicas, entre otras) de los ambientes que generan limitantes en suelos”, apuntó el investigador. “En estos años complejos desde el punto de vista hídrico, el control del agua nos permite mejorar la eficiencia en producción entre 300 y 500 kilos en soja y más de 1.500 kilos en maíz”, aseguró Álvarez.
Manejo de la nutrición mineral balanceada en maíz
Para Gabriel Espósito, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, a partir de la mejora del agua la pregunta es qué se hace con la nutrición del maíz y con el manejo de nutrición balanceada.
“La deficiencia de fósforo nos lleva a una drástica reducción, ya que no tenemos la molécula clave para crecer. Entonces, ¿cuáles son los umbrales que nos exige la fertilización?. En este contexto, vemos cómo varía la respuesta al agregado de fósforo en diferentes escenarios de infertilidad del suelo”, respondió. También dijo que la respuesta al fósforo está garantizada, principalmente, por el tema de la limitante hídrica. Y que aquí el umbral generalmente oscila en las 18 partes por millón de fósforos.
“En los suelos de Córdoba estamos lejos de ese umbral. Y eso nos exige fertilizar con dosis importantes”, comentó. Además, destacó la importancia del análisis de suelo (“algo que, generalmente, no se hace en la Argentina”), ya que ayuda a interpretar cuáles son las deficiencias nutricionales. También aludió
a otro nutriente clave: el zinc.
“Antes creíamos que la respuesta a estos nutrientes se daba en altos niveles de producción. La experimentación permite resolver que, por ejemplo, para el caso de 18 toneladas de grano de producción, puede no tener una fertilización con zinc si el suelo posee los nutrientes necesarios para satisfacerlo”, sostuvo.
“En cambio, una producción de 4.000 kilos de maíz con un severo estrés hídrico puede tener importante respuesta en fertilización con zinc si el suelo no cuenta con ese nutriente”, comparó Espósito.
En cuanto a la fertilización balanceada, partiendo de un correcto análisis de suelo, el investigador dijo que lo importante no es gastar mucho, sino gastar bien. “En tal sentido, si se hace todo en forma adecuada existe un retorno del 30 o 40 %, en dólares, respecto de una fertilización que no sea balanceada”, indicó.
Espósito también dijo que hace algunos años no era sencillo encontrar —en el país— suelos con menos de una parte por millón de boro, pero que hoy cuesta encontrar ese recurso con más de una parte por millón.
Nuevas tecnologías disponibles para manejar el estrés del cultivo
Para Fabricio Cassán, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, la importancia en el estrés biótico en los cultivos es la capacidad de la planta a sobreponerse a condiciones desfavorables. “Las plantas han adquirido la capacidad evolutiva de responder a distintos factores ambientales y, en base a esas respuestas, se da un nivel de tolerancia o de sensibilidad”, explicó.
También dijo que, cuando una planta responde al estrés, lo hace respecto del entorno. “En este modelo debemos entender que existe el condicionamiento y la comunicación estratégica de la planta y lo que la rodea”, añadió.
“Este formato de reclutamiento no sólo existe para la fijación de nitrógeno, sino para cada casi todas las condiciones que la planta considera adversas, incluida el estrés abiótico”, relató.
“El reclutamiento es el listado de moléculas infinitas que la planta puede librar a través del exudado de las raíces. Este es un proceso co-evolutivo, donde las plantas aprenden a reclutar socios estratégicos a través de las raíces”, explicó Cassán.
“Las bacterias no sólo producen hormonas, reguladores de crecimiento, moléculas para la planta, y aquí me refiero a nutrientes como fósforo, nitrógeno y microelementos, sino que, además, tienen capacidad de interaccionar de manera negativa contra posibles agresores para mitigar condiciones de estrés abiótico”, amplió.
“Aquí se ha combinado la inoculación con la fertilización química. Lo que se ha visto, y el cultivo lo sabe, es la dependencia de la fertilización”, sostuvo.
“El aumento de rendimiento por la inoculación con Azospirillum sp. es de 12-14% para cereales de invierno, 6-10% para maíz y en leguminosas 4-8%” con una frecuencia de éxito superior al 80%, concluyó Cassán.